Por: Domingo Ureña
El compromiso ético político es, hasta cierto punto, una decisión personal. Va más allá de ser un amigo, seguidor del pensamiento del líder a seguir, además pudiera ser que tiene visión de dirigentes y aspira progresar sustentado al trabajo, desde ahí podría construir una plataforma al desarrollo de su persona.
El compromiso nace del interior de cada individuo sustentado en los valores en el cual fue formado, (Familia, Escuela y Entornos) desde esa parte aporta un extra que conduce a la excelencia, pues implica poner en juego todas las capacidades y hacer más de lo esperado.
Una persona comprometida con un partido político, organización comunitaria, Club Deportivo o de manera individual con un líder social, debes tener un alto grado de Lealtad, nobleza, rectitud, honradez y honestidad desde ahí es que se crea un vínculo de confianza muy sólido, y automáticamente se genera respeto en los individuos.
Desde esta perspectiva, los partidos serían instrumentos fundamentales para la realización, no de la representación, sino de la representatividad. Por tanto, su organización y funcionamiento debe encaminarse a una óptima realización democrática de la representatividad, pero sin que ello suponga desvirtuar el sistema de representación democrática
Es obvio, no obstante, que el transfuguismo, además de suponer una distorsión al sistema jurídico Partidario, de manera adicional puede resultar una forma de deslealtad con el funcionamiento de la organización política que le formo.